PLANES DE CHOQUE Y LISTAS DE ESPERA

 

levante 14.6.2001

 

            Una vez más, como sucede de forma recurrente desde hace años, las listas de espera han reaparecido en el debate público (es un tema tan repetido que incluso ni siquiera hay que añadir la precisión de sanitarias para que todos sepamos de qué estamos hablando). Nuevamente nuestros políticos las usan en su discurso, y una vez más los argumentos se repiten. Desde la oposición se utilizan contra la Administración y desde el poder se emplea su disminución como medio para mostrar las excelencias de su gestión, todo ello de forma absolutamente independiente de qué partido sea el que ocupa cada uno de los dos papeles en el juego. Las listas de espera son una realidad social incuestionable, pero como ha sucedido siempre, están siendo presentadas como meros datos estadísticos y manejadas con una desvergonzada falta de rigor.

 

Y el final de la historia también se repite: aparecen los planes de choque, que terminan con el problema y acallan la polémica, que es lo único que en realidad importa. Incluso en nuestra comunidad autónoma se les da sonoros nombres como Plan Optimus o Plan Exprés, lo que también forma parte del proceso. En nuestra opinión, ésta no es una forma inocente de tranquilizar a la población, ni obedece a un deseo sincero de resolver los déficits del sistema sanitario.

 

Intentaremos explicar por qué los planes de choque terminan siendo el camino para el mantenimiento de las listas de espera y el deterioro de la Sanidad Pública. 

 

1º Las listas de espera no aparecen de la nada, son fruto del desequilibrio entre la demanda y la oferta sanitaria. Gastar en disminuirlas cuando no se ha conseguido que con los recursos ordinarios dejen de crecer, resulta inútil, porque el futuro es inevitable: reaparecerá la lista de espera en cuanto termine el plan de choque. En el fondo, si la Administración Pública dice que es necesario un plan de choque, está planteando de forma implícita que no es necesario un “plan continuado”. Así se da a entender que los recursos que se invierten y su distribución son los adecuados, y que las “pequeñas disfunciones” que se detectan se resolverán de forma rápida y eficaz con una inversión puntual y limitada en el tiempo. No es necesario explicar a los ciudadanos la falsedad de este supuesto. La mayor parte de los usuarios del sistema sanitario público conocen demasiado bien muchas de sus carencias crónicas: las consultas están masificadas, la duración de las visitas médicas suele ser insuficiente y la demora para acceder a especialistas y exploraciones es incluso superior a la reconocida para las intervenciones quirúrgicas. Sólo se interpreta como positivo la no restricción al consumo farmacéutico, que en realidad es un síntoma más del mal funcionamiento del proceso asistencial.

 

2º-Habitualmente sólo se habla de la lista de espera quirúrgica y se olvidan las carencias de la atención primaria y de las especialidades médicas o pruebas complementarias. Esto sucede porque los quirófanos no se pueden masificar y sí en cambio el resto de las consultas. Si se limitan los planes a la cirugía, de forma indirecta se deteriora el resto del sistema, por que no se tiene en cuenta que una vez operado el paciente precisa de una asistencia para la que no se han asignado fondos (por ejemplo, la cirugía cardiaca exigirá cardiología y la cirugía oncológica, oncología médica o radioterápica...). La situación en esos Servicios empeora. 

 

3º- Muchos planes de choque consisten en derivar pacientes a la sanidad privada, con lo cual la desinversión en la Sanidad Pública aumenta.

 

4º- En muchos casos los planes contribuyen a una distribución desequilibrada del trabajo: generan horas extraordinarias a personas que ya tienen empleo en lugar de proporcionar ocupación al gran número de profesionales bien formados que están en paro. Además, la desinversión general en el sistema sanitario, disminuye las posibilidades de que se les contrate.

 

5º- Mientras existan personas concretas que en el ámbito público o privado se beneficien de los planes de choque resultará difícil la desaparición de las listas de espera que los motivan.

 

No se puede negar que hay pacientes concretos que se benefician de los planes de choque, pues dejan de estar pendientes de intervención, pero esto es pan para hoy y hambre para mañana.

 

            En nuestra opinión, el problema es consecuencia directa de la escasez de recursos. Somos el país de Europa que menos gasta en Sanidad Pública. El porcentaje del PIB que invertimos en gasto sanitario público no farmacéutico es el menor de Europa (el 4,4%), y sólo el 2% de la población adulta trabaja en el sector sanitario, frente al 4% de media europea. Lamentablemente somos también el país europeo con mayor gasto en medicamentos. Esto constituye un síntoma más de que las consultas médicas están masificadas y sólo se dispone de tiempo para hacer recetas.

 

Un plan de choque sólo tiene sentido en una situación de equilibrio en la que se ha invertido lo necesario para atajar el crecimiento de la lista de espera, y siempre y cuando los fondos asignados no se detraigan de los requeridos para el normal funcionamiento del sistema. Por tanto, opinamos que emplear como solución a las listas de espera los planes de choque es una medida que pretende disfrazar la ineficacia gestora con una gestión todavía peor.

Valencia, 14 de Junio de 2000

Miguel Pastor Borgoñón